Las victorias de Hugo Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia, de Andrés Ortega en Nicaragua, de Lula da Silva en Brasil y de Rafael Correa en Ecuador, las victorias de movimientos políticos anti-imperialistas y que hacen del eje “lucha contra la pobreza y dignidad” el pilar de sus programas, constituyen una buena noticia para quienes defendemos otro mundo posible en Europa. Frente al imperio de Bush, los pueblos se organizan.La Historia de América Latina es la historia de la lucha de un pueblo por su supervivencia, su identidad y su cultura frente a los viejos y nuevos imperialismos. En el enfrentamiento dialéctico entre Sepúlveda y Vitoria - De Las Casas, donde uno hablaba de la inferioridad del indio y los otros de su dignidad como persona, el letrado Vitoria y el Padre Bartolomé de las Casas perdieron la batalla, quedando demostrado para los reyes de Europa que en América sólo había animales con la capacidad de hablar, pero nada más, y que por lo tanto podían conquistarla, colonizarla y cristianizarla a placer. Arrasamos con siglos de cultura, y con los pueblos y hombres que la sustentaban. Hicimos un genocidio en toda regla, perpetrado durante 500 largos años. Destruimos civilizaciones y el rastro que éstas habían dejado, esclavizamos, torturamos, matamos, violamos, robamos… “civilizamos” en fin que dicen los modernos libros de historia. El siglo XIX fue el siglo de la Revolución y la Independencia de América Latina. Simón Bolivar, al que Marx dedicara unas páginas para ensalzar su figura, imprimió un carácter popular, libertador, democrático y de justicia social a la lucha de los pueblos por su liberación. La Revolución de América Latina tenía que ser justo lo contrario de la Revolución de Norteamérica, una Revolución sin contenido, para sustituir la monarquía absoluta del Rey Charles de Inglaterra por la plutocracia absoluta y liberal de un Senado dónde solo los ricos, la buena sociedad, podía y aún sigue siendo así, sentarse. El siglo XX tornó la Revolución y un nuevo Colonialismo, procedente éste del Norte, invadió de nuevo al pueblo libre de América Latina.El siglo XX es la lucha entre dictadores puestos por EEUU y apoyados desde Europa, contra movimientos indígenas, populares, obreros y democráticos que al fin hoy empiezan a vencer. No me detendré en los Pinochet, en los Videlas o en los generales asesinos (llamados por la administración estadounidense “hijos de puta, pero nuestros hijos de puta” y por lo tanto apoyados sin remisión). No hablaré más de las dictaduras militares. Demasiada sangre han derramado. Hablaré, eso sí, de la izquierda que ha nacido en América Latina y que recoge el espíritu de resistencia contra los invasores españoles, contra los invasores del norte y contra los invasores autóctonos.Hablemos por ejemplo de las Revolución Cubana al son de José Martí. Allí resiste Cuba, la sociedad con mayores derechos sociales no sólo de América Latina, también de Europa. Su riqueza no se mide en el número de chalet y de coches de lujos (eso sólo nos sirve a nosotros para medir el estado de derecho de nuestra sociedad, lo que dice mucho). Su riqueza está en el número de escuelas, de hospitales, de centros culturales, de libros publicados, de música en la calle, de buen ron, de licenciados universitarios y de sueldos igualitarios… Su riqueza es distinta a la nuestra, mejor, más hermosa, más socialista. Y para que todos sean ricos, ha sido necesario que ninguna selecta minoría sea brutalmente rica a costa de una inmensa mayoría pobre. Por eso, la minoría selecta rabia su rencor en Miami. Hablemos del Subcomandante Marcos y los indígenas de Chiapas. En 1994 nació con ellos el Movimiento Antiglobalización y con ellos conocimos nuevas formas de luchar y de soñar las Utopías. Su Revolución indígena, primigenia e igualitaria sorprendió al mundo. Los indígenas de Chiapas querían democracia y tierras para vivir y, sobre todo, dignidad como personas. El México institucionalizado, con su Partido Revolucionario Institucional gobernando durante más de 80 años, quedó eclipsado ante un movimiento cálido y emergente. Y es que el indigenismo forma parte de la estructura de ADN del pueblo latinoamericano. Lo vemos en Bolivia, en Brasil, en México… Evo Morales representa a ese indígena orgulloso de ser Indio. Por ejemplo, cuando el indio Morales vino a España con su jersey a rayas para verse con nuestros enchaquetados gobernantes, afirmaba con ese gesto su orgullo y su estirpe: ese jersey estaba hecho por manos indias, con hilos indios en ruecas indias de Bolivia, nada que ver con nuestras asépticas corbatas y chaquetas de diseño, carísimas en el mercado pero que no le llegan ni a la suela de esa manufactura india de quienes vienen luchando desde hace 50 años contra los petroleros y las multinacionales del crudo… entre otras REPSOL muy preocupada porque ya no puede robar impunemente en Bolivia. En Brasil indígenas, agricultores y obreros forman parte del Movimiento de los Sin Tierras. Quieren ocupar tierras, pero sobre todo nos dan lecciones de Democracia Participativa. Allí todo se decide en comuna. Allí comunismo no es ningún comité central ni secretarios generales, ni socialismo científico. Allí el comunismo es la expresión hecha carne: com mumia, común a todos, lo que es de todos, lo que todos comparten. Sufrimiento y alegrías. La Tierra y su trabajo. El pan de cada día. El agua de los pozos. Las movilizaciones y también las represiones. Venezuela con Hugo Chavez, con su Revolución Bolivariana, con sus escuelas ambulantes, con sus médicos en cada pueblo, con su democracia participativa, con su nacionalización de las riquezas, con su lucha contra el Imperio encarnado por Bush, con su fusión de lo obrero y lo indígena, nos sorprende todos los días y, sobre todo, da dolores de cabeza a nuestros gobiernos. En Venezuela el pueblo gobierna y eso no les gusta a los Bush y Rajoys de turno. ¡Que le vamos a hacer! Tras quinientos años de lucha América Latina se está convirtiendo en otra cosa, en una nueva UTOPÍA, en una nueva SOCIEDAD. En un nuevo SOCIALISMO.
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